STYX es una metáfora, un intento de tender un puente entre nuestro mundo y la mitología griega, con la ambición final de crear un nuevo lugar. El punto de partida es EDSA, esa autopista principal que atraviesa Metro Manila, esa pesadilla urbana que imprime su ritmo a toda la ciudad. EDSA puede percibirse como pura violencia y, desde esta perspectiva, es posible construir una obra. STYX utiliza el mito del río griego que forma la frontera entre la Tierra y el Inframundo. El río es el paso impuesto entre ambos mundos y transporta las almas de los recién muertos. Los seres humanos circulan y no están completamente vivos, pero tampoco completamente muertos. El río STYX es la frontera que cruzamos, igual que esta EDSA que es imposible eludir y a la que la gente se resigna a enfrentarse a diario.

Los seres humanos se muestran en su estado pasajero. Ni completamente humanos, ni muertos. Elementos urbanos y naturales como las ventanas de los autobuses, los neones de la ciudad, los vehículos que circulan, la condensación de las respiraciones, el hormigón de las construcciones desempeñan un papel en la construcción visual de este estado pasajero e intermedio. Las personas deambulan, flotan y son llevadas y movidas por los objetos de este infierno urbano. Esta obra aporta también otros dos conceptos. En primer lugar, la religión. Está en todas partes y se presenta como una solución para soportar el viaje de un mundo al otro. Es la droga que calma proporcionando una causa divina a la pregunta del porqué. Al eliminar todo sentido de responsabilidad humana, les priva de cualquier asidero sobre su destino y les ayuda a aceptar un destino que no controlan y que se les impone.
Después, el consumo. STYX también tiende un puente entre la religión y la publicidad a lo largo de EDSA. El modelo de consumo excesivo es otra religión que actúa como paliativo de los sufrimientos padecidos. Rezar o consumir son dos esperanzas que acompañan a la gente en este viaje infernal.