Ganadora 2024 Premi Fotografia Femenina
SASHA MONGIN
" El moribundo que no quería morir "
Sasha Mongin
Nacida en Estados Unidos en 1989, Sasha Mongin se graduó en la Escuela Gobelins en 2017. Vive y trabaja en París. Su trayectoria como fotógrafa comenzó cuando, tras graduarse en lengua china en INALCO, se trasladó a Shanghái y realizó su primera serie sobre el ascenso de la clase media china. En 2021, cambió su práctica fotográfica hacia un enfoque más artístico y personal, explorando los límites entre la realidad y la imaginación. Fascinada por los personajes heroicos, caprichosos o frágiles, así como por la magia, los colores y las ráfagas de luz, ahora orienta su trabajo hacia una estética que trasciende la realidad.
En 2023, expuso dos series que exploraban la masculinidad en la Galerie M, antes de embarcarse en un proyecto sobre el duelo con la serie titulada The Dying Man Who Would Not Die.
- SERIE -
El Moribundo que no moría
En una serie profundamente personal, la fotógrafa Sasha Mongin nos invita al espacio íntimo de su historia familiar.
"Mi padre contrajo el VIH a través de una transfusión de sangre en 1982, tras una operación de corazón. El sida permitió que un raro virus atacara su cerebro, mermando significativamente sus capacidades motoras y del habla. Yo tenía entonces siete años y los médicos nos dijeron que le quedaban pocos meses de vida. Pero él demostró que se equivocaban: hoy sigue con nosotros".
Las imágenes expresan la visión de una niña que creció durante años bajo la certeza de que su padre moriría pronto.
"Recuerdo negar la enfermedad de mi padre, refugiarme en la ilusión de que salía a escondidas por la noche. Recuerdo la soledad de mi madre cuando nuestros amigos y familiares nos fueron abandonando poco a poco. Recuerdo sentirme aliviado de que mi padre tuviera sida y no un tumor cerebral, como me habían dicho hasta los 12 años.
La muerte siempre ha sido una presencia constante en mi vida y en la de mis padres. Se ríen de ella, la lloran y la esperan".
Aunque el tema se trata de forma metafórica y explícita, todas las imágenes están impregnadas del universo onírico y fantástico de Sasha Mongin, su forma de iluminar la tristeza de esta historia con el amor que llenó su infancia.