Send me Flowers, de Laia Benavides, examina la circulación social y simbólica de las flores, entendidas como objetos de mediación entre individuos. Más que un gesto íntimo, su ofrenda pertenece a un ritual codificado: condensan un lenguaje colectivo que articula el amor, la amistad, la gratitud o el duelo. En este sentido, encarnan una forma de comunicación sustitutiva, en la que la emoción se transmite a través de un signo material estandarizado y perecedero.

En sus fotografías, Benavides subvierte estas convenciones para revelar su dimensión paradójica. La flor, a la vez frágil y ostentosa, se convierte en un medio de proyección: expresa tanto la intensidad del sentimiento como la estandarización de su expresión. El medio fotográfico, con su capacidad para suspender el tiempo, entra así en tensión con la fugacidad de lo vegetal.