Criado en Fort Lauredale, Florida, Herbert Keeler-Klipstein, conocido artísticamente como Tony Keeler, comenzó su carrera fotográfica en 1960, cuando abrió su primer estudio en Sitges, Barcelona.
Recién bajado del barco, se encontró en un entorno abierto y receptivo en el que pronto corrió la voz sobre un fotógrafo cuyos retratos diferían de lo habitual.

El ojo hiperactivo de Keeler siguió trabajando más allá de las sesiones de estudio. Había un universo ahí fuera, de gente interesante que avistar y capturar, atmósferas inspiradoras que destilar, texturas de rocas y árboles tan fascinantes como las arrugas que trazan los viajes en los rostros de los ancianos.

Su experimentación con distintos medios y técnicas fotográficas dio lugar a una gama de estilos y temas diferentes. Así, los archivos de Keeler muestran imágenes misteriosas y granulosas junto a otras claras y realistas; en algunas, los tonos se mezclan, mientras que en otras, los contrastes se han forzado mediante el proceso de revelado; predomina el blanco y negro, pero el color también es un elemento importante.

Las fotografías de Tony Keeler no son fáciles de clasificar. Sin embargo, hay rasgos reconocibles en toda su obra, que pueden resumirse como una búsqueda de la poesía visual.

Expuesto en Espai Tony Keeler